Opinión | EL RECORTE

El linchamiento

Esperemos a Sánchez. Que suba a la tribuna con la cuerda y la antorcha y nos señale. Ya veremos a quiénes cuelga la historia por las pelotas.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / EP

¡Cojan las cuerdas y las antorchas! Pedro Sánchez está echando el resto. Acorralada su familia por los jueces fachas, atosigado por la ultraderecha que son todos los que no le apoyan y perseguido por los ‘pseudomedios’ que son las televisiones, periódicos y radios que le critican, ha decidido pasar a la ofensiva. Cinco días de reflexión dan para comprar mucha gasolina mental. Ahora solo queda arrimar la cerilla.

Sánchez quiere llevar al Congreso una panoplia de medidas para acogotar al periodismo hostil. Al que ha contado los manejos de su mujer, Begoña Gómez, que ha terminado investigada por un juzgado a cuyo titular le está cayendo la del pulpo. Al periodismo que ha revelado la fortuna de su hermano, trabajador público virtualmente fantasma de una rama musical de una diputrefacción extremeña y cuya residencia fantasmalmente virtual está en un pequeño pueblecito de Portugal. Al periodismo que levantó las alfombras de la venta mascarillas con las que se forró una trama de empresas a la sombra de ese “socialista ejemplar” para Sánchez, que es Koldo García, asesor del que fuera hombre fuerte del PSOE, José Luis Ábalos, caído ya en desgracia, sin piscina y sin chalé.

Esa prensa enemiga fue otrora la que afloró a trompicones la Gürtel. La que desveló los ERE. La que sacó la imagen incónica —preparada— de un ex presidente del FMI y ex vicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato, entrando detenido en un coche, con la mano de un policía en el cogote. La que retrató a una infanta sentada en un banquillo, al lado de su esposo, Urdargarín, condenado por beneficiarse de la influencia de ser el marido de alguien importante, ¡Uy, qué mal que suena eso ahora en Moncloa!

Cuando los pseudomedios pasearon por el banquillo de papel a los líderes de la derecha no pasó nada. Era un valioso trabajo de saneamiento democrático que incluso allanó el camino de una moción de censura contra aquel gallego soso, presidente “indecente”. Pero el Sanchismo no necesita contrapesos. Ni los tolera. Ha sufrido el destrozo de la Ley de Amnistía que le ha sacado a sus dirigentes tiras del alma. Ha soportado la erosión del costo de los indultos a los suyos en los ERE de Andalucía. Y ahora, el colmo, afrontan un escándalo judicial que afecta a la familia del líder.

Tal vez con el asesoramiento de Zapatero, que es un gran conocedor del asunto, hayamos empezado el luminoso sendero de la regulación bolivariana. Aún es pronto para cerrar cabeceras. Y para llevar periodistas para que aprendan a volar desde los pisos más altos de La Tumba. Pero sí se pueden modificar algunas normas para hacer más estrecho el bozal. Y se puede controlar el dinero público que se destina a la publicidad, para que al enemigo no vaya ni una gota de agua. Y además se puede perseguir, hociqueando en los parlamentos, ¡oinc, oinc! lo que cobran los plumillas.

Que un presidente que gasta directamente más de trescientos millones en dopaje publicitario hable de control de los medios es como un zorro que al hablar escupe plumas de gallina. Esperemos a Sánchez. Que suba a la tribuna con la cuerda y la antorcha y nos señale. Ya veremos a quiénes cuelga la historia por las pelotas.

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