Opinión | El recorte

¿Y nadie tiene nada que decir?

Teresa Cruz Oval

Teresa Cruz Oval / El Día

El que nombra y cesa consejeros en los gobiernos es el presidente. Lo que pasa es que, como decía Ortega, uno es presidente y sus circunstancias. Las declaraciones de Teresa Cruz Olval, la consejera de Sanidad socialista que fue fulminantemente expulsada de su cargo a los pocos meses de existencia del Pacto de las Flores, han caído como una bomba muchos años después de su súbita salida del Gobierno.

A Cruz la apartaron en los comienzos de la pandemia. Justo tras superar exitosamente la crisis de los primeros casos de coronavirus que se dieron en un hotel del sur de Tenerife. Se fue silenciosamente. Sin protestar. De la manera disciplinada en que se van los militantes de los viejos partidos democráticos. Pero la venganza es un plato que se come frío. Ahora, años después, cuando el Pisuerga de los escándalos de las compras de mascarillas dopadas pasa por las comisiones de investigación parlamentarias —y los juzgados— Teresa Cruz ha deslizado su verdad: que la quitaron de en medio por un problema de relaciones con el líder de Nueva Canarias, socio del pacto. Y en su comparecencia ante la comisión parlamentaria de las mascarillas dejó una frase lapidaria: con el sistema de compras que ella había diseñado no se habrían cometido irregularidades.

Las declaraciones de Teresa Cruz sobre el intempestivo y abrupto carácter del entonces vicepresidente, Román Rodríguez, son una opinión. Dice que se sintió menospreciada por su condición de mujer. Muchos machos dirían lo mismo de su relación con las inclemencias meteorológicas románicas. Pero quien la cesó, el ex presidente Torres, tendría que trasegar con este tardío conflicto interno, aunque guarde un extraño silencio. El mismo que el de muchas mujeres socialistas y feministas que por menores tensiones no resueltas han saltado al cogote heteropatriarcal. Pero la vida nos muestra una vez más la sórdida hipocresía de los principios sin principios. O lo que es lo mismo, que Cruz está más sola que la una.

Nadie ha dado nunca una explicación razonable de por qué cesaron a dos políticas tinerfeñas —contando la consejera de Educación, María Jesús Guerra— que fueron amortizadas en el Pacto de las Flores sin la menor reacción por parte de los socialistas de Tenerife, debilitados por sus cismas internos y subordinados complacientes del secretariado general en Las Palmas. Las cesaron sin explicación aparente a los pocos meses de mandato. Si fue por un fracaso de gestión se batieron todos los récords de precocidad, porque llevaban un suspiro en el cargo. Y si fue por los fríos datos de sus consejerías, la responsable de Asuntos Sociales, Noemí Santana, debió haberlas precedido.

Pero de toda la polémica, con sus aristas subjetivas de supuesto machismo, me parece más contundente la lacónica frase de Cruz Oval sobre la compra de mascarillas: conmigo no habría pasado. O sea, con mi sistema de compras no se habría estafado al erario público. Esa frase es demoledora. Porque supone que se construyó “otro” sistema que sí permitió las irregularidades y las golfadas que hoy están pasando por caja. Esa frase, por sí sola, merece que alguien de una explicación que no sea un estruendoso silencio.

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