4.200 kilómetros a la deriva

La mala suerte llevó al cayuco a coger la corriente norecuatorial que los arrastró hasta Brasil

Cinco bomberos participan en el traslado del cayuco localizado en el Estado brasileño de Pará.

Cinco bomberos participan en el traslado del cayuco localizado en el Estado brasileño de Pará. / Raimundo Paccó / Efe

De nuevo, el horror en la ruta canaria. Un cayuco con nueve cuerpos arriba a la costa de Brasil tras pasar tres meses a la deriva, arrastrado por las corrientes del Atlántico y los alisios.

Sin identidad ni testimonio para explicar lo sucedido en una travesía fatídica. El Atlántico les arrebató la vida y cualquier evidencia genealógica a los nueve migrantes africanos que llegaron fallecidos hasta la costa de Brasil tras desviarse de su ruta hacia Canarias. Un cayuco raído y desgastado es el único testigo de la tragedia que descubrió un grupo de pescadores en la Barra do Quatipuru, cerca de la playa de Ajuruteua, en Bragança, al noreste del país. «¿Son muñecos? ¡No, son personas! ¡Es gente! ¡Hay mucho muertos, por lo menos 20! ¡Qué tristeza!», gritaban desconcertados y estupefactos desde la barca en la que faenaban al ver el interior del bote blanco y azul que surcaba a la deriva, según se puede escuchar en los vídeos del hallazgo que los propios pescadores colgaron en sus redes sociales. Flotando en el fondo inundado de la barquilla y rodeados de ropa empapada encontraron ocho cuerpos sin vida; el noveno fue localizado en el agua a pocos metros de la embarcación. No tardaron en dar la voz de alarma a las autoridades locales, que inicialmente apuntaron que se trataba de refugiados haitianos. ¿Quién podía imaginar que habían recorrido más de 4.200 kilómetros sin ningún tipo de motor o vela que ayudara a la navegación y sin que el océano los engullera?

El hallazgo se produjo en un bancal de arena con poca profundidad, al que solo se puede acceder con marea alta. La ubicación no facilitó el rescate, en el que participó la Policía Federal, la Marina y los bomberos, quienes no pudieron alcanzar el cayuco hasta el domingo pasado, un día después de su aparición. El traslado duró 15 horas y mientras hubo luz solar un avión vigiló desde el aire el complicado dispositivo, que concluyó por la noche. Primero una lancha remolcó el cayuco a muy poca velocidad a través de la Bahía de Maiaú para llegar al puerto de Vila do Castelo y después lo subieron a la plancha de un camión, que lo llevó hasta Bragança. A su paso, en los márgenes del caudal y de la carretera, se agolpaba la población de la zona, que se preguntaba curiosa por cómo habría llegado hasta allí aquel símbolo macabro de un viaje que había terminado en tragedia.

Cruz Roja recopila datos de barquillas desaparecidas desde diciembre para ayudar con la identificación

La respuesta está en las corrientes marinas. Gracias a la documentación encontrada en el interior de la barquilla se ha podido saber que algunos de los ocupantes procedían de Malí y otros de Mauritania, desde donde se cree que zarpó el cayuco después del 17 de enero –una fecha fijada por algún indicio encontrado a bordo–. «Debieron coger la corriente canaria, que se dirige hacia el oeste, y después la norecuatorial sur, que los arrastró hasta Brasil», señala el catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) en el Instituto de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG), Alonso Hernández, quien detalla que tuvieron que tardar entre tres y siete meses en atravesar el Atlántico ayudados por las corrientes y los vientos alisios.

Dispositivo policial para el traslado del cayuco por las calles de Bragança.

Dispositivo policial para el traslado del cayuco por las calles de Bragança. / Raimundo Paccó / Efe

Para los cayucos que zarpan desde Mauritana o de países más al sur como Senegal o Gambia, la isla de El Hierro es su última oportunidad de sobrevivir a la ruta canaria. Si la pasan de largo o pierden el rumbo, no hay nada que hacer. Sin gasolina para proseguir el viaje, sería prácticamente un milagro salvar la vida. Expuestos al sol. A merced del oleaje. Sin poder dormir. Perdidos en la inmensidad del océano. Atenazados por el miedo. Sin agua y sin comida. 

La ruta de Colón

Al desembarcar los cuerpos en Bragança, las autoridades brasileñas los trasladaron al Instituto de Medicina Legal de Belén, la capital del Estado de Pará, a unos 200 kilómetros, donde investigan las causas de la muerte y trabajan para, al menos, tratar de devolver el nombre a las víctimas. Aún no se han publicado los resultados oficiales de las autopsias, pero la policía brasileña adelantó que lo más probable es que perecieran por falta de agua y comida. La deshidratación produce un deterioro físico y mental que lleva sufrir delirios y convulsiones. Algunos migrantes mueren ahogados por saltar al agua pensando que están cerca de la costa y pueden llegar nadando; otros terminan pereciendo en el bote por la inanición.

Los migrantes habrían salido en enero desde las costas de Mauritania con destino a Canarias

Esas nueve personas no zarparon solas desde la costa mauritana. La Policía Federal considera la posibilidad de que en la barquilla viajaran 25 migrantes, por la cantidad de impermeables encontrados a bordo. Si bien la experiencia dice que a los cayucos que llegan a Canarias se suben muchas más personas y superar el centenar de ocupantes es muy habitual. Los expertos analizan las muestras de ADN así como las huellas dactilares y dentales, para después compartir la información con Interpol, para verificar si las víctimas están en la lista internacional de desaparecidos de la policía. Elena Girón, del servicio de Restablecimiento del Contacto Familiar y Servicio Social Internacional del Área de Migraciones de Cruz Roja, apunta que la organización se ha puesto al servicio de las autoridades brasileñas para colaborar en la identificación de las víctimas. «Estamos recopilando datos sobre los cayucos no llegados desde diciembre a través de las solicitudes de búsqueda de familiares», explica Girón, quien adelanta que el proceso de investigación puede demorarse meses. A lo largo de 2023, el proyecto Missing Migrants de Cruz Roja ayudó a localizar a los familiares de 37 migrantes fallecidos en la ruta canaria.

La población local se agolpa para ver cómo se desarrolla la investigación.

La población local se agolpa para ver cómo se desarrolla la investigación. / Raimundo Paccó / Efe

La oenegé Caminando Fronteras tiene constancia de que, en el primer trimestre del año, se han perdido 22 cayucos que zarparon desde Mauritania para llegar a Canarias, con más de 1.500 personas a bordo. Lo más habitual es que el océano se los trague, pero esta no es la primera vez que aparece este tipo de embarcaciones precarias en la costa de Brasil o en el Caribe, llevados por la misma corriente que Cristóbal Colón utilizó para llegar a América. En 2021, arribó a la costa de la provincia brasileña de Ceará –500 kilómetros más al sur de donde se ha localizado este último cayuco– una barquilla con tres cuerpos cuyo origen también era Mauritania, según la Policía Federal. Ese mismo año, otros dos cayucos aparecieron en el Caribe: uno en Tobago, con 14 cadáveres a bordo y otro en Islas Turcas y Caicos, con una veintena de cuerpos. En un mundo marcado por las divisiones y las fronteras, la inmensidad del Atlántico sigue engullendo las historias y los sueños de tantas personas que un día partieron de sus hogares en busca de un futuro más allá del horizonte y solo encontraron la muerte.

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