Canarismos

Pegarse la juyona

Pegarse la juyona

Pegarse la juyona / El Día

Luis Rivero

Luis Rivero

«Huyona» (comunmente pronunciado «juyona») deriva de «huir/juir», (juye), para querer decir fugona, de fuga, y en el español de Canarias se emplea fundamentalmente para referirse al escolar o estudiante que se abstiene de acudir por voluntad propia a la escuela o cualquier otro centro de enseñanza faltando a su deber de asistencia. Aunque hay quienes registran este uso con las locuciones «hacer la huyona» o «irse de huyona», el empleo más común es con la expresión «pegarse la juyona» que significa escaparse, fugarse o escaquearse para evitar asistir a clase o ir a la escuela. Sería algo así como lo que en castellano se dice «hacer novillos» (que es una expresión coloquial empleada cuando ‘se deja de hacer algo o no se asiste a algún sitio contra lo que se debería o se acostumbra’). Pero en las Islas se emplea la locución «pegarse la juyona» (a veces se usa «echarse la juyona») casi exclusivamente para referirse a la inasistencia a la escuela o de cualquier otro centro de enseñanza o ausentarse temporalmente (escaparse, escaquearse) con el propósito de divertirse.

Por su parte, «pegarse» resulta un verbo de gran versatilidad que se emplea también asociado a una actividad con la que se disfruta [disfrutar, gozar o «empajarse» que es un canarismo que significa ‘saciarse completamente de algo, en particular de comida o verse beneficiado por un resultado favorable ante una determinada circunstancia]. En definitiva, el verbo «pegarse» viene frecuentemente asociado con actos placenteros, de satisfacción o de abundancia como «pegarse un baño», «pegarse una jartá» (que es hartarse, comer mucho hasta sentirse totalmente satisfecho), «pegarse la buena vida» o «pegarse una/la juyona» que se relaciona con la diversión y el juego.

«Juyona», hemos dicho, viene de huir, así la «juyona» convierte metafóricamente al sujeto en un «prófugo» (persona que huye o anda huyendo de la justicia o de la autoridad). Esta vocación de fugitivo (de «juyón», podríamos decir) viene dada por cierta rebeldía que lo enfrenta a la disciplina escolar y a la autoridad académica. De hecho, el comportamiento del chiquillo que habitualmente «se pega la juyona» coincide con el del «mataperro» , «chiquillo ruín», «laja» o «buena pieza». Sobre la base de estas características se construye un estereotipo que pivota sobre los siguientes antagonismos: «autoridad académica» personificada en la figura del maestro (antaño dotado de una «regla» de madera «versátil» que lo mismo servía para marcar el compás del canto de la tabla de multiplicar por los colegiales que para amedrentar con un castigo físico «ejemplar») versus «rebeldía» (visceral más que racional); así como una muestra de «indisciplina frente al sometimiento a la norma académica» de obligación de asistencia regular. Este desinterés del alumno por las materias impartidas en la escuela deja entrever el juego y la diversión como bandera de esa rebeldía (de sólito los chiquillos se «pegaban la juyona» para quedarse jugado a la pelota en el patio o para divertirse en cualquier otro lugar). La juyona presenta así un carácter de rebeldía colectiva, aunque no de masas, salvo alguna excepción. Cuando alguien se fuga de clase, no suele hacerlo en solitario, sino en confabulación con varios alumnos que deciden ausentarse de las aulas («¡Chiquillos, vamos a pegarnos la juyona!», suele incitar el promotor). Este carácter grupal, que no de masas, tiene su excepción en «la fuga de san Diego» tradición secular que trae origen en el ambiente estudiantil de La Laguna y hoy se ha extendido, por mimetismo, a la práctica totalidad de los distintos niveles académicos del Archipiélago. Evidentemente, los tiempos han cambiado aunque hay cosas que siguen igual, quizá cambie solo el modo de llamarlas.

Hoy se habla, v.gr., de «absentismo escolar» para referirse al «pegarse la juyona» de toda la vida, como mismo se habla de «fracaso escolar» cuando se busca un responsable del desinterés del niño por los estudios en lugar de como otrora se decía así de clarito: «es que el chiquillo es un burro, un tronco».