Libros

Yolanda Reyes: «La carga de apego y poética de las palabras es como la leche materna»

Las palabras envuelven al bebé, le acompañan para saber que no está solo

Yolanda Reyes.

Yolanda Reyes. / El Día

Almudena Cruz

Almudena Cruz

 

Escritora, educadora y columnista, la colombiana Yolanda Reyes participa este fin de semana en El Médano en II Salón del libro infantil, juvenil y álbum de Canarias. Experta en la primera la literatura hecha para la primera infancia, en esta entrevista habla sobre los gustos y necesidades de los pequeños lectores.

¿Qué edades comprende exactamente la primera infancia? 

La primera infancia es la trayectoria vital o la franja de la vida que comprende, según los estudios, desde la época intrauterina hasta antes de cumplir los seis años. Bueno, hay varias definiciones, pero creo que básicamente es el periodo de la vida que se extiende hasta los cinco años. Seguramente, cada país tendrá sus propias definiciones al respecto pero lo único que sí que tengo clarísimo es que es el tiempo del comienzo de la vida y en el que hay una actividad cognoscitiva, neuronal y emocional que es definitiva para lo que viene después. 

Un tiempo, por tanto, esencial para forjar a los futuros lectores...

Sí, pero claro, futuros lectores en un sentido muy amplio. Es el tiempo de la construcción del lenguaje y de los significados que es tan importante en la vida.

Me imagino, que se le acercarán muchas familias–padres y madres– preguntándole sobre la forma de conseguir inculcar el amor por los libros a tan temprana edad. 

 Sí, es uno de mis grandes trabajos y mis preocupaciones. Yo siempre contesto que la mejor forma de hacerlo es con ellos. Dar de leer, dejar los libros al alcance de los niños y las niñas, que los tengan siempre cerca desde que nacen, desde que son pequeños. Así como hay juguetes y sonajeros y cajitas de música, que haya libros, que haya un canastico con libros muy cerca. Pero más allá de eso, son igual de importantes las voces de las personas que los cuidan y que los acompañan al crecer: las voces de los padres, las madres, la canción de cuna, decirle poemas... Las palabras envuelven a los bebés, los acompañan para saber que no están solos. La carga de apego y poética de las palabras es como la leche materna. Eso es para siempre. Hay consuelo en las palabras. Las palabras dicen quiénes somos. 

Y que nos vean leyendo también es importante, ¿no?

Leerles, sí, leerles y leerlos. Eso de lo que yo llamo el triángulo amoroso: la relación entre el libro, el niño y el adulto.

Dirige un proyecto que se llama Espantapájaros en Bogotá que se ocupa precisamente de esto que comentamos. Háblenos un poco de él.

Pues tiene una librería especializada en infancia y un jardín de infantes –un lugar a llevar los bebés a morder libros–. Este jardín se ha convertido en un observatorio de la primera infancia, porque ahí trabajamos con los niños. Es increíble, cuanto más tiempo paso con los niños más me maravillo. También impartimos formación para adultos de adultos. Hacemos pasantías con gente de distintos lugares de Iberoamérica para aprender. Hay mucha gente que trabaja con libros para niños pero que nunca ve a los niños.Propiciamos ese acercamiento para interrogarnos sobre quién es el niño o la niña, cómo leen, cómo prueban, cómo tocan los libros y qué cosas prefieren.

Personalmente, hay una cosa que me parece más complicada todavía que acercar a los niños a la lectura, que al fin y al cabo es un proceso natural, y que es escribir para esa primera infancia. Usted tiene mucha experiencia. ¿Qué le interesa a los niños y niñas de esa edad? ¿Qué historias hay que contarles?

 Yo no creo que haya un deber ni que todo el mundo tenga que hacer lo mismo. Lo que yo he visto en este tiempo de estar con ellos es que hay muchos momentos. Es evidente que un bebé de cuatro meses es distinto a un niño de dos años, por ejemplo. Lo que les gusta siempre es lo poético, les gusta cómo suenan las palabras. Creo que es muy importante porque los niños están trabajando en su lengua y están muy abiertos a la sonoridad. Eso por un lado. Por otro lado, las ilustraciones también importan mucho y no necesariamente deben ser literales o contar lo que ven. Se pueden incluir otras miradas, otros colores y otras estéticas. Todo ello recordando el poder de las historias, que cuenten cosas para los niños de primera infancia: las emociones y las cosas que les pasan. Es bueno que esas historias giren en torno a lo que sienten y esos sentimientos no son necesariamente perfecto. A veces hay emociones monstruosas y hay que hablar de ellas. 

Acaba de publicar aquí en España, precisamente con Diego Pun, su libro Arrullos para dormir ovejas.

Sí, estoy muy feliz de que el libro esté aquí con Diego Pun, porque salió en Bogotá, en Colombia, en noviembre. Para mí es un gran honor y una felicidad inmensa. Esperamos que tenga mucha vida aquí, que los bebés que lo lean y los padres también. Hay que recordar que los bebés y sus padres son relectores. Necesita aprenderse la misma historia y cantarla. Arrullos para dormir ovejas incluye tres poemas para la hora de dormir. Es como una especie de libro de almohada.

La hora favorita de los más pequeños para disfrutar de un cuento...

Claro, porque además es también el momento de mayor penumbra. En ese espacio de tiempo la voz adulta es la que da una promesa de continuidad, de ritmo y de permanencia y la garantía de que otro día va a volver a estar.