Opinión | EL MALECÓN

José Sámano

Así gana el Madrid

Con el equipo blanco solo cabe decirse: es el Real, estúpido

Mientras Luis Enrique le discute a Xavi el adn azulgrana, en el Madrid no hay mesa redonda sobre Muñoz, Del Bosque, Zidane o Ancelotti. Prevalece el escudo, y punto. El ideario merengue es universal: vencer a cualquiera, como sea, con quien sea y donde sea. Ganar, ganar y ganar. Luego, si acaso, ya se discutirá el cómo ocurrió. A tres partidos de la posible 15ª Copa de Europa poco hay que debatir, por más que haya otras escuelas tan seductoras como la del propio City de Pep Guardiola.

En el club de Chamartín, el estilo no es el Santo Grial. El relato es otro, lo impone el propio Madrid. No importa que el Real se plante ante el City como una secuela de aquellos que hace 40 años se colgaban del larguero. Como no le atañe que haya que rebobinar al pleistoceno para dar con un equipo que ordenara a su pateador más potente (Valverde) sacar de puerta con un chupinazo para alejar del rancho al adversario.

El arte de defender en las barricadas, se dice solo cuando el Madrid asume un papel inferior y se pone la capa de sufriente y meritorio superhéroe para sobrevivir a 33 remates, 18 córneres y 675 pases rivales en campo propio. Es el Madrid, que se enmienda como nadie. Con o sin CR, con o sin Benzema… Lo mismo ataca que contragolpea o se refugia en las cuerdas 120 minutos. Un equipo tan singular que salió a hombros de Mánchester tras imponer su voluntad de no perder frente a un City volcado en triunfar. Cosas del Real, al que nunca le resulta cojonudo perder (palabra de Pep), juegue como juegue. De haber sido semifinalista por la vía del Madrid en el Etihad, Guardiola, víctima de sus firmes y sobresalientes convicciones, hoy estaría en la hoguera. 

Ni el madridista más eufórico hubiera profetizado allá por el último agosto el guion de la eliminatoria con el estupendo conjunto de Guardiola. De haber acertado hubiera sido tachado de majareta. ¡Cómo prever que el Madrid más enchiquerado en décadas iba a resistir el asedio de un gran campeón de Europa! Y con dos héroes tan inesperados como un portero muy suplente (Lunin) y un central reservista (Rüdiger).

Sin Courtois, Militão, Alaba y Tchouameni -espinazo defensivo- el cuadro de Carlo Ancelotti superó las expectativas del propio preparador italiano. El mismo que torcía el morro con Lunin y se decantó por Kepa tras la grave lesión de Courtois. El mismo que deslizaba hace unas semanas que Nacho, otro de los paladines del Etihad, no estaba fino. Incluso, le anticipó un zaguero ortopédico como Tchouameni, que se hubiera alistado en el Etihad de no estar sancionado.

Como el fútbol ofrece un partido de vuelta con el destino, Lunin, señalado en la ida por la trola de Bernardo Silva en el 0-1, se entronizó en Mánchester, donde esta vez no se tragó la triquiñuela del luso en el penalti. Si en Chamartín fue Rüdiger quien confinó a Haaland, de nada le sirvió al City que el noruego pisara en la vuelta el territorio de Nacho, menos macizo que el alemán. El capitán blanco le tuvo nublado.

Ni Ancelotti, ilustrado en mil batallas, se explica a este extraordinario Madrid, que bien merecería un simposio futbolero mundial. Tan recóndito que es capaz de cantar bingo en una tanda de penaltis en la que no participan Vinicius, Rodrygo o Kroos, sino Rüdiger, Nacho y Lucas Vázquez, predestinados a principio de curso al camión escoba. Veteranos o noveles, titulares o suplentes, galácticos o canteranos… Nadie es más creyente que el Madrid.

Hace tiempo que el Real tiene una única explicación. Solo cabe decirse: es el Madrid, estúpido. Y dejémonos de chácharas.