Opinión

Canarias tiene un límite: este modelo debe cambiar

Cartel de las movilizaciones 'Canarias tiene un límite'.

Cartel de las movilizaciones 'Canarias tiene un límite'. / GOB

Aterriza el avión. Va cargado de turistas. Algunos llevan largo tiempo queriendo visitar las islas; otros vienen repitiendo. Lo primero que ven al pisar tierra es una enorme pantalla, color amarillo chillón, que pregona en inglés: «Idealista, your app for finding a property in the Canary Islands». Antes de salir del aeropuerto, ven otro cartel gigante de Piso Barato: «Dile adiós al alquiler y Hola a tu casa».

Da la impresión de que las casas aquí son como churros. Hasta parece que sobran, como si el territorio fuese infinito. Pero la escasez de vivienda no hace sino agravarse. De cada 10 que se venden en el archipiélago, 3 las compran extranjeros del norte de Europa. Las nuevas propiedades pasarán meses cultivando telarañas hasta que lleguen otra vez las vacaciones.

Otras casas verán pasar a cientos de visitantes. Cada vez son más las viviendas vacacionales, inclusive en zonas que nunca han sido consideradas turísticas. Empresas que tienen hasta 500 propiedades para alquilar se forran estancia tras estancia. Mientras, la «afortunada» población canaria tiene cada vez más dificultades para encontrar una casa donde vivir.

La vaca del turismo está bien gorda. Llevan décadas dándole de comer a precios de risa. Entre amiguismo, intereses mezclados y falta de voluntad política –escondida con eufemismos y palabras bonitas–, el beneficio de unos pocos se está cargando todo lo demás. Trabajo justo, salud, ecosistemas, biodiversidad, vivienda. Pero el crecimiento desmesurado siempre acabará llegando a un punto muerto. O bien cuando la población diga basta, o cuando no queden más recursos para exprimir.

Llegado este momento, no es necesario recapitular los motivos de la convocatoria de mañana, 20 de abril, Canarias tiene un límite. No ha sido la primera ni tampoco será la última. Desgraciadamente podemos saberlo porque, a menos que exista mucha presión ciudadana, la acción política y empresarial son nulas. Así lo han demostrado con una actitud que deja mucho que desear, aunque no sorprende, teniendo las manifestaciones a la vuelta de la esquina.

De Fernando Clavijo nunca se ha esperado un cambio en el modelo turístico. Él mismo llamó a la calma cuando surgió la convocatoria del 20A, para después, cuando vio la dimensión que estaba adquiriendo, apoyarla a conveniencia. Sus vaivenes son muy similares a sus contradicciones. Afirmó que acudiría a manifestarse si fuese un «ciudadano normal», pero los colectivos convocantes han expresado reiteradamente que no ha mostrado iniciativa para reunirse con ellos.

Esto es como burlarse de la ciudadanía en su propia cara. Se sabe de sobra que, por no ser un ciudadano normal, Clavijo tiene el poder de implantar cambios que no ha querido hacer en muchos años. No se puede pedir al sector turístico «democratizar» la riqueza mientras se destinan millones y millones a impulsarlo.

Ya se ha puesto sobre la mesa el anteproyecto canario para regular el alquiler vacacional. Es una de las muchas demandas que llevan largo tiempo pidiéndose, sí. Pero diversos expertos sobre ordenación del territorio la han identificado como ineficaz y contraproducente. Esto recuerda mucho a los planes de sostenibilidad: folios y folios con palabras bonitas, sin propuestas reales, que solo barren debajo de la alfombra.

A propósito de esto, la consejera de Turismo, Jessica de León, anunció que Canarias aumentará sus plazas aéreas para el verano. Con la misma cara, dijo que «ya se ha iniciado el cambio de modelo». Al mismo tiempo, se ha autorizado la construcción de un nuevo hotel (otro más) en Lanzarote que tendrá la capacidad de alojar a casi 700 personas. A saber los proyectos que aún se desconocen.

Hay quienes piden serenidad y diálogo, pero son justamente quienes se cierran en banda y ejercen el bloqueo. Óscar Izquierdo, presidente de la patronal de la construcción de Santa Cruz de Tenerife (Fepeco), hizo una llamada a la «escucha mutua». Justo después, acusó a las convocantes de la manifestación de «vaguear» y «perder el tiempo». El «debate conciliador» que pide ya lleva largo tiempo establecido, pero las reformas necesarias nunca llegan a puerto porque no hay voluntad política ni empresarial.

Las manifestaciones son diálogo, son expresión, son hacer política y ejercer la ciudadanía en pleno derecho. Si eso se percibe como una amenaza, es porque el chollo está en juego. Izquierdo fue el mismo que aseguró que la Consejería de Transición Ecológica es «un peligro para Tenerife» en una entrevista a El Espejo Canario. Arremetió contra los motivos que llevaron a la paralización de las obras de Cuna del Alma y dijo tener «clarísimo» que se retomarían. Por lo pronto, ya se levantó una de las tres órdenes de paralización. ¿Cómo son posibles, entonces, el diálogo y la serenidad?

Los motivos para exigir un cambio de modelo han sido largamente expuestos y argumentados. No se puede decir que sean descabellados, ni tampoco que no haya alternativas. El problema está en que no se escucha a la gente a menos que se movilice en masa. Por eso, las convocantes han expresado que la manifestación de mañana debe ser seria y enérgica, sin música ni ambiente festivo. Con toda la razón, porque no se trata de celebrar, sino de reivindicar un turismo beneficioso para la población y respetuoso con el medioambiente.

Esta movilización es el diálogo que hasta ahora no se ha querido tener con la población canaria. No solo participarán las ocho islas, sino que también se han sumado cuatro puntos de la Península (Barcelona, Madrid, Málaga y Granada), Berlín y Londres. Más que alarmismo, turismofobia o radicalidad –como algunos han expresado–, esta convocatoria refleja una gran organización y voluntad colectiva por revertir un modelo turístico basado en la sobreexplotación. Y es que el crecimiento eterno, además de ser insostenible, devora cuanto encuentra a su paso.