Opinión | EN EL CAMINO DE LA HISTORIA

Retórica, sentimientos y política

Marcel Proust en su obra maestra En busca del tiempo perdido, que no tiene nada que ver el argumento y sí con el mensaje final del presidente, que nos espera una época nueva, que nada va a ser como antes, y que todo el tiempo pasado en políticas de enfrentamiento, denuncias basadas en bulos y desacreditación personal se va a acabar, como si tuviera una luz mágica que iluminará lo que nos espera, eso sin decir qué y cómo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / EP

La retórica surgió en la Antigua Grecia y se entendió como la técnica de expresarse de manera adecuada con el fin de persuadir a los destinatarios, donde los sofistas eran sus máximos exponentes que se preocupaban más de los caracteres formales que la enjundia de la construcción argumental desde la lógica y desde la ética tanto la de las convicciones como la ética de la responsabilidad ya que ambas se complementan (Max Weber).

Lo importante en la retórica es realzar la estética del discurso, su entonación, con un comienzo bien estudiado para captar y y despertar una emoción en los destinatarios. O sea, que su objetivo es provocar sentimientos e impresiones fuertes y más si hablamos del discurso político.

Así si una persona con alta responsabilidad de gobierno, por ejemplo, el presidente Sánchez, desde la retórica, influida por el soliloquio en voz alta nos propone un retiro de cinco días para resolver su continuidad o no en el gobierno, incorporando en su discurso toda una arquitectura sentimental, dejando entrever, sobre todo en aquellos que espera su apoyo continúen fieles a sus convicciones asumiéndolo no con la razón sino con la emotividad que da un sentimiento.

Marcel Proust en su obra maestra En busca del tiempo perdido, que no tiene nada que ver el argumento y sí con el mensaje final del presidente, que nos espera una época nueva, que nada va a ser como antes, y que todo el tiempo pasado en políticas de enfrentamiento, denuncias basadas en bulos y desacreditación personal se va a acabar, como si tuviera una luz mágica que iluminará lo que nos espera, eso sin decir qué y cómo.

Pero desde la antropología social, desde la sociología y desde el campo de las ideologías los sentimientos están incrustados en la psicología o en el inconsciente o en la conciencia del ser humano, lo que es importante tenerlo en cuenta.

Los sentimientos son inherentes al ser humano y como diría nuestro querido y recordado maestro, Carlos Castilla del Pino, catedrático de Psiquiatría, en su libro Teoría de los sentimientos, los sentimientos son instrumentos de que dispone el sujeto para la relación emocional, afectiva tanto con personas y cosas hasta consigo mismo, es decir, con sus pensamientos, fantasías, deseos e impulsos de carácter narcisista; los sentimientos son estados del organismo...

Desde Aristóteles la ética es donde desemboca la política para mantener la sociedad ordenada con reglas y normas que apuntalen la democracia, y no hay que regresar al regeneracionismo de Joaquín Costa ni al propiciado por la generación del 98, un regeneracionismo sin crítica, como la que se va a propiciar por el presidente Sánchez en el intento de regenerar la democracia y restablecer en la política los valores sociales y humanos que están debilitados donde todos han sido copartícipes, los de un lado como los de otro o los de mas allá de esta «consternación pseudodemocrática», por lo que sería muy difícil resolverlo desde el sentimiento de cada cual y no desde la participación de todos, por lo que hay que proponer determinarlo desde la colectividad política como un único sujeto político, porque si no fuera así, no solo se logrará lo que se pretende, sino que se va a entrar en una refriega política inacabable que terminará desembocando en el hastío y en la majadería.